Venir desde la rabia

“De donde vengo”, La Pagana Trinidad.

Unas baquetas, un tambor, una charrasca, el latido de un corazón: todo lo que es vida empieza con la percusión. Percute el tono de marcado y el sonido del repique. Desde el teléfono (el skype) escucho la voz de mamá a la distancia, desde la distancia enorme donde está la casa en la que me crié, mis primeros pasos, la mitad de mi corazón.

De donde vengo no hay nada

se lo llevó algún ladrón

Esa casa de donde vengo está en un país destruido por la ambición, por la corrupción, por el resentimiento y la sed de poder. La rabia y el odio nos han corroído a todos como el salitre, han ocupado todo el espacio de la distancia implícita en ese “venir”: la distancia entre quienes nos fuimos y quienes se quedaron, la distancia insalvable de un abrazo. 

de haber café nos tocaría endulzarlo

con un toque de papelón

Uno de los dichos populares que viven en mi memoria dice “Si tuviera huevos te friera, pero no hay aceite”. A nadie en mi familia le ha sobrado nunca nada. Mi abuela, en los años sesenta, poco después de la (anterior) dictadura, dividía una arepa en nueve trozos para sus nueve hijos. Ahora mi madre, después de trabajar incansablemente toda su vida para que a ninguna de sus hijas les faltara nada, endulza el café a veces con papelón y otras con la mera imaginación. Todos desarrollamos hábitos para la escasez, y después de cuatro años fuera -cuatro años en los que no me ha faltado nada- sigo comprando todo lo importante en exceso porque la escasez me habita, no me permite escapar.

Por mi casa una pistola es un juguete

Y un kilo de arroz se toma por milagro

No existe ya el café con leche

Y por rial cualquiera se hace mercenario

El manouche, también conocido como gypsy jazz, tiene como principal característica un espectro cromático oscuro y se origina en las manos de músicos gitanos en Francia, es decir, el manouche nace con la itinerancia y la diáspora engranados en sus notas, entre sus cuerdas, de manera inseparable.  Por otro lado, el dancehall tiene sus raíces en Jamaica, y se popularizó en la diáspora jamaiquina en los años 90. Estos ritmos, en combinación con la base musical de La Pagana Trinidad, que es la guaracha, constituyen una búsqueda por plasmar una identidad: latina, bailable, mixta en lo musical, profundamente honesta y en ocasiones dolorosa. Lo venezolano, esa identidad inasible, se reconstruye así en estas canciones: gente que baila y canta mientras está llorando, gente que se ríe en los velorios y hace chistes de su propia tragedia.

De donde vengo la calma

No es más que pura ilusión

Impera el drama y en vez de campanas

Los tiros componen su son

Cuando escribo estas líneas, un tiroteo lleva más de veinticuatro horas sucediendo en la ciudad de Caracas, donde viví tres años pensando que los libros podían ser suficiente lugar para armar una vida. Mi teléfono está lleno de fotografías de vidrios rotos o agujereados, de historias de amigos que escriben sus mensajes desde el suelo de sus departamentos para esquivar la muerte. Desde los audífonos la voz limpia, nítida de Alessandra rompe el silencio como una herida, abre las mías y las lava con un torrente de agua y alcohol. No van a sanar, me dice: hay que cuidarlas para siempre.

De donde vengo los versos

No son para celebrar

Porque en mi huerto florecen

Son muertos que azotan por un celular

Desde que llegué a Santiago han intentado robarme el celular dos veces, no lo han logrado nunca. En un nivel consciente sabemos que es estúpido enfrentarse a un ladrón, a cualquier criminal; a nivel inconsciente llevamos la violencia que hemos sobrevivido como una medalla de latón en nuestro pecho, y nuestras alertas, instintos y hábitos para navegar la violencia con un orgullo estúpido, como si fueran lo único que logramos arrancar de las manos del país que nos echó a patadas.

De donde vengo no hay fiesta

Vivimos en procesión

Viendo pal’ cielo esperando

Que el duelo se acabe con esta canción

Por más que suene contradictorio, y al igual que contradictoria es nuestra identidad caribe, esta canción, con los sonidos brillantes de sus vientos y la percusión de su charrasca, es la que pongo cuando necesito atravesar el duelo sin quemarme la planta de los pies. Esta canción son las cenizas ardientes del país que me arrebataron.

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